jueves, septiembre 22, 2005

La historia de mi vida

Como sospecharán ustedes, este texto NO va a ser breve... es más, va a ser más parecido a un rollo de papel higiénico escrito con Arial de 3 puntos que a un texto... pueden guardarse las comparaciones con texturas o las indicaciones sobre métodos revolucionarios para la escritura de posts: ya los estoy usando.
Empezaré por el principio, ya que no habría otra forma más idónea (permiso, pongo música.... ya voy eh... ahí está, qué bonito, Jordan Rudess...).
Les dije que iba a contar la historia de mi vida y eso haré después de aclarar un par de puntos: uno de ellos era bastante grisecito así que queda casi blanco y el otro era negro tipo africano así que mucho no cambió.
Nací un 2 de agosto pesando algo como cuatro kilos y medio después de ocho meses de embarazo (un mes después de nacer tuve un crío, pero como yo era muy chiquito no me acuerdo). No sé muy bien de dónde salí yo, pero juro que nunca volveré a un lugar así (aunque dos por tres la gente me manda).
Nací por cesárea, lo cual en dialecto quichua significa boludo, porque nadie en completo uso de sus facultades (humanidades, exactas, ingeniería, etc) puede llegar a estar de acuerdo en venir a parar a este mundo, menos aún teniendo en cuenta las numerosas teorías disponibles sobre la reencarnación. Si existen vidas pasadas hay que ser medio boludo para volver a nacer y tener que hacer la primaria, el secundario, bancarse la pubertá, el acné, las prohibiciones de tus viejos, el te quiero como amigo, las cátedras de ciencias exactas, el laburo, la vejez, tu jefe... aunque pensando en otras cosas como por ejemplo los cumpleaños de quince, las moskovita alcohlizado hasta la médula, vivir de la guita de tus viejos, el primer enamoramiento, la primera vez que la mandás a la concha de su madre porque ya te tiene las bolas al plato (lo cual te deja una sensación de alivio increíble), las mejores tiradas de goma de tu vida, coger, comprarse lo que a uno se le de la gana con su propia guita, vivir solo, coger, fiesta hasta las doce del mediodía, coger, pizzas con los amigos, coger, reuniones con los amigos, coger, amigos, coger, amigos, coger, amigos, coger, amigos, mensaje subliminal, amigos, coger... bué, cuando uno piensa en todo eso hasta parece que vale la pena, ¿no?.
Sobre la fecha de mi nacimiento señalaré un par de catástrofes que se sumaron a la de mi natalicio: estallaba en las Islas Malvinas una famosísima guerra que sólo por casualidad tomó el nombre de dichas islas y no el mío, también se editaba en Buenos Aires una edición del Hobbit llamada "El Hobbito", se formaba un comité de la ISO para la creación de lo que luego se llamó JPEG y la verdulera de enfrente de casa decidía dejar el club nocturno en el que trabajaba para aferrarse a la zanahora, el pepino y los zapallitos de tronco: parece que a esa edad ya estaba bastante hecha mierda, imagínense ahora.
Transcurridos 365 días recibí mis primeras nociones sobre intervalos temporales, numeración arábiga y lo choto que es el mundo (lo cual impulsó mi desenfrenado deseo por la música, la informática y otras cosas que no mencionaré): acababa de cumplir un año y todavía no tenía pelo, lo cual me indicó que iba a ser pelado por el resto de mi vida... grande fue mi sorpresa al descubrir lo contrario: adiv im ed otser le rop odalep. Ese instante marcó una importantísima decisión que tomé años más tarde: visto y considerando que la vida era una reverenda cagada dedicaría el 78% de mi tiempo a dormir. Mucho que digamos no me equivocaba, a pesar de mi corta edad, dado que el paso del tiempo corroboró que es mucho más productivo cuando uno duerme... sobre si la vida era una cagada o no es una cuestión que todavía estoy analizando (mientras no duermo, obviamente, lo cual complica bastante la tarea debido a la carga horaria).
A los dos años aprendí un concepto doblemente importante con respecto al hallazgo del año anterior: la irreversibilidad de los hechos. Haciendo uso y abuso de mi chupete en la etapa en la que uno corta los dientes y se vuelve bastante intolerante, histérico y caprichoso (la etapa en la que uno se parece muchísimo a una mujer) rompí la goma de dicho chupete y experimenté (según recuerdo) una sensación bastante desagradable tras la cual decidí tirarlo a la mierda y no dedicarme a esas tareas por lo menos momentáneamente. Para el momento ya decía unas cuantas palabras: "papá", "mamá", "mamá mela" cuyo significado entendería unos cuantos años más tarde, "modem del orto" cuyo significado entendí sin ninguna explicación adicional y "dame plata papá que tengo que salir con los chicos a emborracharme" cuyo significado proviene de una antigua lengua a la provenzal (esta última frase no era pronunciada con completa corrección, con excepción por supuesto de la parte de "dame plata").
A los tres años entré en mi primera guardería: las chicas que cuidaban de nosotros, los pendejos insoportables, me amaban... obviamente yo no le daba ni bola y ambas cosas tienen una única explicación: yo dormía todo el día. Un día una de ellas exclamó a su compañera: "¡Qué tranquilo y dormilón es ese niño!" a lo que la otra respondió "Que... ¿no estaba en estado vegetal?". Sin embargo dicho momento (el momento de cambiar las mitocondrías por una buena dosis de clorofila) no llegaría hasta el arrivo de mi primera computadora que, con su monitor monocromo, me dejó este hermoso bronceado verdeazulado. Quizás eso, o quizás mi enfermiza tendencia a automedicarme (ya de chiquito): recuerdo con claridad el rincón más septentrional de la cocina... debían ser más de dos metros hacia arriba, muy cerquita del techo, encima de un aparador enorme que colgaba en lo alto y sabía guardar platos, vasos, cubiertos, algunos descubiertos, tazas, hollas, etc... en dicho rincón se aglomeraban una amplia variedad de frasquitos con pastillas y otros medicamentos cuya razón de ser desconozco todavía. Obviamente todo esto fuera del alcance de los niños e inclusive de mi vieja que nunca midió mas de un metro y medio... sin embargo grande fue la sorpresa cuando, de alguna forma, alcancé dicho recóndito lugar y hurté una ampolla (sin saber que las letras "a" y "m" tendrían tanta importancia en la palabra) cuyo contenido terminó quién sabe dónde, ya que cuando me encontró mi vieja "mascando vidrio" (de la forma más literal) su preocupación recayó solamente en que no me cortara ni la lengua ni la garganta. De todos modos nada pasó... y en ese momento me convertí en la primera persona que había visto a la nada... lástima que mi vieja estuviera ocupada en buscar rastros de vidrio en mi boca.
A los cuatro años sufrí una confusión bastante importante que resolví en poco tiempo (otras confusiones sobrevivieron muchísimo más): mi hermano, encaprichado, sopló la velita que se encendía en mi torta de cumpleaños junto conmigo... y yo no entendía una mierda: ¿El también? ¿De quién era el cumpleaños? ¿No habían pasado ya 1460 días desde mi nacimiento? ¿Al pendejo le andaba mal la unidad de punto flotante? ... 63 días más tarde corroboré esto último.
Por el momento abandonaré el notepad para poner más música... a verrrr... busquemos algo entretenido.... mmmmhhh.... Alphaville?... nop... Britney?... no, de eso "no tengo nada" (uups... se habrán dado cuenta?)... BSB?... no, no, eso parece marca de yerba de cuarta... ahí ta... Diego Towers. ("en el cieeelooo un angeeeel que escuchooooo... que nosotrooooss hablabamos deamooooorrrr...")
A los cinco años aprendí a escribir con la mano derecha y la izquierda, de adelante pa atrás y viceversa... mis conductas empezaban a definirse con una terrible claridad. En ese preciso instante comencé a escribir este texto que están leyendo haciendo uso de una Jobbi azul y una resma de hojas amarillentas (lo cual le daba una textura verdosa al texto). Mi maestra del jardín asombrada exclamaba: ¿Quién mierda se comió todas las galletitas y dejó el paquete todo arañado? Mis compañeros me acusaban pero el culpable nunca fue encontrado. Misteriosamente todos ellos recibieron una paliza anónima que me dejó el apodo injustificado de "Mafioso". Mi conducta desde esas épocas dejaba mucho que desear: deseaban que abandonara el colegio inmediatamente.
Al año siguiente pronuncié la palabra "piano" acompañada por la palabra "quiero"... una combinación tan mortal para mis viejos como la de la palabra "comprame" con cualquier otra. Por aquellos momentos ya había conocido a la computadora: una commodore 64 que tenía un amigo de mi hermano: la verdad que era una masa, porque no tenía un modem de mierda y tampoco swapeaba. En esos momentos todavía no existia el emepetrece que me permite estar escuchando a Madonna cantando "Britney dame masita", así como tampoco existían las Sivaritas, las fiestas Moskovita y el preservativo con musiquita. La vida era simple y tranquila.
Un año más tarde pronuncié otra vez la palabra "piano" y mis viejos se preocuparon: ya era la segunda vez que lo decía lo cual, considerando la cantidad de tiempo que dormía y la cantidad de tiempo que mi vieja pasaba monopolizando el espacio conversacional hasta transformarlo en un monólogo, era muchísimo. Durante ese año mi tío me prestó un organito que no tenía midi, sino un motorcito que generaba una corriente de aire que hacía sonar los tubos a modo de silvato mientras yo presionaba las teclas redondeadas: SI, eran redondeadas (más incómodo que cagar en un tachito de paté, lo cual dicho sea de paso lo hice en alguna ocasión en la que el paté se vendía en tachos de tres litros y tres cuartos).
Lo que siguió en mi vida fue triste e insípido, como chupar un muñequito de plástico de piñón fijo. Para resumir la etapa de mi primaria diré que nadie me quería. Fue durante un hermoso atardecer de primavera que nos encontró sentados juntos que le dije "Nadie, yo sé que me querés.... che... Nadie... ehh.... ¿Nadie? ¿Donde estás?" y terminé dándome cuenta de que sólo se trataba de un elemento teórico que simboliza la ausencia de todos los demás.
A los diez años tuve mi primer beso, a los once mi primer novia y a los doce mi primer paja. A los doce y un día dejé a mi novia. Después entré en la secundaria y me hice amigo de Paco y Orueta... o sea, estaba totalmente perdido. Volví a encontrarme a los quince después de hacer cuanta estupidez se me había cruzado, entre otras dejarme el pelo largo, escuchar hermética, tocar la guitarra, cruzar la calle sin mirar y vivir (por no entrar en detalles).
A partir de este momento mi historia (envuelta en adolescencia) se vuelve un poco más metafórica, así que la redactaré en forma de sonecto: los primeros años se ven reflejados en el primer verso "Solo cual perro" o su tan conocida variación "Solo como un perro". La siguiente estrofa habla de los 17 años en los cuales conocí al mundo que se extendía mas allá de mi propia persona. El último fragmento del sonecto ilustra el caracter duditativo y estoico de los últimos años, el cual no va a leer nadie ya que este texto es un embole:

Solo como un perro
asomé desde mi alcoba,
escapando de las perchas,
naftalinas y sombras

Aprendí el arte de jugar
tennis de dormitorio
esgrima en tardes de invierno,
village people en otoño

te quiero como amigo nunca fue
tan verdadero en amistad o cariño
lo cual tengo que hacer rimar con niño

los largos años buscando aquello
que esperanzadamente todavía me prometo
y este verso lo escribo porque si no, no es un soneto

5 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

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22/9/05 01:39  
Blogger Ronky dijo...

yo no lo lei

22/9/05 01:44  
Blogger Idiota_LuX dijo...

Leyendo MUY salteadamente divisé un HOLLAS.... que va sin "H"

22/9/05 12:25  
Blogger idiota_leoncio dijo...

no lo lei... prometo volver con mas tiempo

22/9/05 15:41  
Blogger Idiota_Emi dijo...

lo leí (no tenía nada mejor que hacer) tiene sus momentos como lo de nadie y la nada y la edición de El Hobbito.-

27/9/05 16:37  

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